
«Racismo y odio en Torre Pacheco».
Lo que está ocurriendo estos últimos días en Torre Pacheco, dónde hordas de neonazis con bates de beisbol y cascos de motos persiguen a los inmigrantes, no es por desgracia ni un caso aislado ni algo nuevo en España, aunque sin llegar a hechos tan extremos cómo éstos o lo que pasó en el 2000 en El Ejido, tenemos casos de racismo bestial y a diario.
El racismo no es nuevo pero si su eco. Su enorme repercusión en las redes sociales o en los medios de comunicación. El discurso de odio brutal, sin matices que escuchamos a diario en voz de políticos, en el congreso, en las calles, a nuestros vecinos. El sentirse orgulloso de ser racista, de ser malos, ésto sí es lo nuevo.
El aumento imparable en el número de españoles que se identifican totalmente con esos discursos de odio (entre un 12 y un 15% de personas según los últimos estudios demoscópicos), en tanto un 30% de españoles perciben la inmigración cómo una amenaza y hasta un 70% piden medidas duras y hasta deportaciones.
El racismo ya no es sutil, es violencia en las calles, controles policiales por el color de la piel, son miradas de desprecio, deshumanización, bulos y discursos de odio, es para las personas migrantes: miedo a salir de casa, pánico a quejarse al empresario, es negativa a alquilarle un piso, es acoso e inseguridad, más vulnerabilidad, miedo a encontrarse a la policía……
«Pedimos mano de obra y vinieron personas» y a esas no las quieren. Si a sus manos para que nos recojan los tomates o las aceitunas, para que nos limpien las casas o nos cuiden a los mayores, quieren manos para que nos sirvan las cervezas en los bares o nos recojan los niños del colegio, pero no quieren verlos ni escucharlos, no quieren respetar sus singularidades ni sus derechos.
Lo peor de todo esto no es ya el odio sino la legitimación y normalización en los discursos de los políticos o de la ciudadanía y aún peor que todo esto es el silencio cómplice que acompaña éstos discursos. Silencio por parte de quienes podrían pararlos, de quienes por comodidad callan y de quienes miran para otro lado.
Ante todo esto tiene que haber una respuesta clara y contundente por parte de las personas y colectivos antirracistas. Debemos exigir respuestas claras a las instituciones, ponernos del lado de las víctimas haciendo si es necesario de escudos y cambiar el discurso. No permitir que los mensajes de odio queden sin respuesta ni en las calles ni en las redes.
Parar el racismo es algo que nos incumbe a todas aunque no lo suframos. Estás hordas racistas, éstos energúmenos fascistas deben saber que enfrente no sólo tienen al inmigrante sino que no tendrán a todas nosotras.