Antonio Alvarez había nació en Fernán Núñez en 1916. Afiliado a la CNT desde los dieciséis años, la guerra le alcanza con apenas veinte. En esa juventud, Antonio se va al frente como voluntario junto con los milicianos confederales. En los frentes estuvo también cuando llegó la militarización, en la famosa 88 Brigada, en la que conoció y convivió con los Jubiles, los célebres guerrilleros de Bujalance. Al finalizar la guerra le esperaban tres duros años en los batallones de trabajadores franquistas y la posterior represión y control que ejerció el fascismo durante tantos años contra todos aquellos que se le opusieron.
A pesar de todo ello, ya de vuelta en su pueblo, mantuvo en la clandestinidad el contacto con los compañeros del sindicato, en el intento de reorganizar la CNT incluso en los peores años de la dictadura.
Todos aquellos intentos que se vieron recompensados a la muerte del dictador. Antonio formó parte de los compañeros que reconstruyeron el sindicato durante la transición, aportando siempre el trabajo, la dedicación y el saber de los hombres y mujeres verdadera y profundamente anarquistas, que no necesitan hacerse notar a cada momento pero que dejan en sus actos y sus palabras el auténtico espíritu libertario.
Hasta que la enfermedad se lo impidió, colaboró siempre en los actos del sindicato en Fernán Núñez y Córdoba. Los que tuvimos la suerte de conocerle, le quisimos y admiramos. Compañero Antonio, a los que lucháis, gracias por vuestro ejemplo.
El texto que sigue fue leído por los compañeros de la CNT de Fernán Núñez en su entierro, el pasado 9 de enero.
Te has ido en silencio, sin decirnos adiós. Seguramente no querías disgustarnos. Tu alegría y tu vitalidad no se llevarían bien con la despedida última y has preferido simular que te ibas de paseo en bicicleta.
Hoy se nos va contigo un pedacito de nosotros. Pero también te quedas en cada uno de los que tuvimos la inmensa suerte de conocerte. Pero tú eres de los imprescindibles y te vamos a echar de menos.
Los recuerdos se nos amontonan y no nos salen nada más que palabras tristes. Pero estamos seguros de que a ti te gustará que tu recuerdo sea alegre y vital. Así te mantendremos en nuestros corazones.
Te tocó vivir en unos años duros. A los de tu generación os cogió la guerra muy jóvenes. Y tú, como tantas otras personas, te pusiste del lado de los de abajo, de los tuyos, y defendiste la libertad y un mundo nuevo que dejara atrás la España de charanga y pandereta. Pero no pudo ser y estuviste en el lado de los vencidos, pero nunca, nunca en el de los convencidos. Y vinieron los batallones de trabajadores bendecidos bajo palio y ni siquiera allí, en medio de tanta dureza y miseria, os robaron la alegría. Recordamos como nos contabas el día que en una parada del tren que os transportaba amontonados como bestias, aprovechasteis para asaltar otro tren que llevaba alimentos. Aquel chocolate repartido entre tus compañeros sabía doblemente dulce, por chocolate y por habérselo quitado a vuestros carceleros.
Y en la noche larga y oscura de la dictadura mantuvisteis la dignidad y la llama viva de vuestra querida CNT. Habéis sido la memoria viva de este país y no hay mejor memoria histórica que charlar con ustedes. Y charlando contigo, Antonio, uno tenía la sensación de que tus palabras desprendían verdad. No había dogmatismo ni sectarismo. No destilaban odio pero tampoco había lugar en ellas para el olvido. Lo mismo nos relatabas las grandezas revolucionarias de aquellos años como las miserias y los errores propios.
Y queremos recordar tu cara el día que recuperamos la casa de la CNT en el pueblo. Allí nos contabas como en ese mismo sitio os enseñaban a leer, a hablar en público encima de un cajón y a conocer todas aquellas ideas nuevas en la biblioteca del Centro Obrero. Aquellos libros fueron luego quemados por los defensores del “viva la muerte”.
Afortunadamente siempre hay gente que resiste. Estas palabras que en esta tarde fría de enero te decimos van también dedicadas a todas esas personas que junto a ti lucharon por una sociedad mejor. De forma anónima, con sinceridad y con dignidad. Gente llana, normal y corriente que criaba a sus hijos, que vivía como podía y que trabajaba mucho pero que no dejaba de pensar que las cosas podían ser de otra manera. Muchas de esas personas durante demasiados años no tuvieron ni siquiera el derecho a que se les recordara. Ahora podrás saludar a los Jubiles y sus amigos, a Lozano, a Antoñito, a Pedro, a Seisdedos, a Salvoechea y a Durruti, y a Peiró y a Fernán Gómez, que ha sido quien te ha dado la vez con la rojinegra, y a otras muchas personas que también están en estas líneas aunque no se lean sus nombres y podréis cantar todos juntos con las manos levantadas y entrelazadas “a las barricadas”.
Podemos imaginarnos tus risas mientras hacías los turnos en la caseta del sindicato en la feria, o los chascarrillos y curiosidades que nos contabas junto a Andrés. O como os tomabais a cachondeo esto de los entierros mientras bebíamos vino a la vuelta de uno de ellos. Aquel día los viejos parecíamos nosotros y vosotros no os hartabais de trepar medios mientras brotaban las conversaciones. Bueno, recordaremos al Antonio cercano y simpático que te saludaba en cualquier rincón del pueblo con alegría y con ternura. A esa persona que te enseñaba sin pretenderlo, que es la manera más hermosa de compartir lo que uno sabe.
Las personas como tú nos hacen falta para hacernos a todos mejores. Tolerante, vital, abierto, dialogante, pícaro, cariñoso, cercano, sensato,... En fin, buena persona, ¡¡Qué mejor manera de ser anarquista que siendo una buena persona!!
Para los que no creemos en Dios no hay más vida que ésta. Es en ésta en la que tenemos que hacerlo todo, no hay más premio para las buenas personas cuando nos dejan que el recuerdo vivo de sus seres queridos y estamos seguros que tus hijos y tus dos hijas, tus nietos y tus nietas, y tus compañeros y amigos no te olvidaremos.
Y dejamos aquí la palabra, para que vivas en nuestra memoria, con aquel saludo que se hacía en tus tiempos...
SALUD ANTONIO