Un estado en ruinas

El lamentable espectáculo que ha ofrecido hoy al mundo el estado español, posiblemente no tiene parangón en los tiempos modernos. Un esperpento promovido por el gobierno del partido popular, los jueces y fiscales que sería cómico si no fuera por el drama provocado: más de cuatrocientos heridos,  miles de personas violentadas y todo un país conmocionado.

Diez mil policías han sido enviados a Cataluña para intentar impedir algo que cualquier persona en su sano juicio sabía que era imposible: cerrar más de dos mil colegios electorales. Porque, ¿de qué ha servido hoy la actuación de la polícia? ¿Creen los jueces que se ha amedrentado a los miles y miles de personas que estaban hoy en la calle? ¿Eso que hemos visto hoy, es una manera de garantizar el “orden constitucional”?

Pero más de allá de la imposibilidad de evitar que la gente votara, es una sinrazón absoluta el envío de las fuerzas represivas para que las gentes no depositen una papeleta en una caja. Porque, las razones que han impulsado la acción represiva de hoy, no han estado guiadas por ningún tipo de proporcionalidad, ni por el interés de preservar el orden público, ni siquiera por mantener viva una constitución que se cae a pedazos, que cuando se quiere, se modifica en un día, y cuando no se quiere, se considera sacrosanta. La motivación de las acciones de hoy han sido la chulería, el cálculo político, los réditos electorales y una absoluta falta de responsabilidad de las más altas instancias del estado.

Porque, en realidad, lo peor de lo que hemos visto hoy, es la manera con la que parece que se va a encauzar la actuación si se declara la independencia por parte del gobierno catalán, que parece ser lo más probable en los próximos días.

¿Es que acaso pretenden mantenerse bajo custodia policial las calles de toda Cataluña si esto sucede?

De nuevo, será algo imposible a todas luces. Pero por lo que parece, no les va a temblar la mano a estos nuevo dictadores, como pasaba con el antiguo, a la hora de llenar esas calles de sangre. Y las consecuencias de todo ello serán imprevisibles.

Cualquier actuación del gobierno debiera haber estado centrada en intentar reconducir la situación que puede llegar a producirse a partir del día 3, responsabilidad que tienen, ahora también, los gobernantes catalanes.

La otra consecuencia deleznable de la actuación del gobierno es la agitación de un españolismo rancio y desbocado, que remueve los posos del franquismo, que recuerda sus proclamas y actitudes y, cuyas consecuencias se verán no sólo en el territorio catalán, sino en todo estado.

Porque, que Rajoy esté ahora mismo en la cuerda floja, tiene una importancia muy pequeña, pero los “partidarios” que ha generado con su actuación, seguirán ahí cuando caiga el partido del gobierno. Y en la calle, volveremos a enfrentarnos con el viejo “rojos al paredón”, en medio de una crisis social sin precedentes.

Lamentamos hoy también que haya sido un sentimiento nacionalista el que haya llevado a las instituciones catalanas a posicionarse en la desobediencia al estado; durante años de recortes, de deshaucios, de despidos, de fraude y corrupcion generalizadas, de “austeridad” presupuestaria, las leyes emanadas por el estado se han obedecido sin el menor desacato. Esa profunda crisis social, que ha costado la vida y salud a muchas personas, que ha costado sufrimiento al pueblo trabajador, no mereció sin embargo, desobedecer esas leyes injustas y criminales. Algo que vale para las instituciones
catalanas y también para las del resto de comunidades y ayuntamientos.
 
Finalmente, concluimos afirmando que si la respuesta del estado a las exigencias sociales sigue siendo la represión, al igual que ha sido durante todos los años de crisis que llevamos, seguiremos estando enfrente de esa actuación con todas nuestras fuerzas.