Unidas en acción, tomamos las calles para reivindicar que queremos igualdad real ya. La experiencia nos enseña que juntas podemos. Aprendemos en las huelgas laborales, las protestas y en cada victoria sindical. El capitalismo nos quiere aisladas, silenciadas y obedientes, por ello, la unión debe abarcar el plano privado tanto como el público: en los cuidados y en el trabajo remunerado. Exigimos el expreso reconocimiento de los derechos de las mujeres, en igualdad de condiciones, ya sea en el mundo laboral o en todos los ámbitos de la vida.
Las mujeres obreras, las que no heredamos y hemos de luchar para garantizar nuestra supervivencia y la de nuestro entorno, nos enfrentamos cotidianamente al trabajo precario y empobrecido, además de sufrir la cosificación y alienación en nuestros puestos de trabajo. Esto solo empeora si nacemos en el Sur Global y migramos al Norte en busca de alternativas. Uno de los máximos exponentes de esta perversión la encontramos en las condiciones del trabajo doméstico, donde se ocultan situaciones de auténtica esclavitud, reflejo del sistema machista, racista y clasista que lo sostiene y que mantiene a estas trabajadoras fuera del marco estatutario general.
A las obreras y más si eres migrante se nos convierte en objetos o se nos invisibiliza con el fin de exprimirnos hasta las últimas consecuencias. Siendo la frontera de clase un límite que condiciona la vida de todas las mujeres obreras; y si eres migrante esa frontera es aún más dura, más alta y más violenta.
Y si nuestro cuerpo se rebela y nuestra salud física y mental se resiente ante tanta injusticia, se nos medicaliza, obviando las causas que determinan la enfermedad. Nuestro ser se rompe bajo la opresión de clase, bajo el racismo y el machismo que soportamos, pero se individualiza nuestra problemática y se nos estigmatiza como locas, como frágiles, …
Que no pase ni un día sin reivindicar nuestra alianza con las mujeres de diferentes orígenes, expresando nuestra conciencia subversiva ante las diferentes desigualdades que sufren por el mero hecho de que, en este pequeño mundo, existan fronteras que traspasar en busca de una vida digna.
La situación de las mujeres migrantes trabajadoras es una de las peores que se experimentan en la clase obrera: violencia extrema en sus periplos, explotación económica y sexual, en muchos casos. Una vez consiguen acceder al mundo laboral, superando todas las barreras, vuelven a ser discriminadas en sus reivindicaciones, asumiendo los trabajos peores porque la patronal abusa de esta situación ya que es más fácil explotar a una mujer migrada que a una local.
En este sentido, tendemos la mano a las compañeras que desde asociaciones propias luchan por sus derechos y que rara vez se sienten cómodas en los sindicatos, porque la victoria excepcional con la firma del 189 de la OIT, fue solo un paso incompleto que las sigue dejando fuera del Estatuto de los Trabajadores, como si fueran trabajadoras de segunda y la lucha tiene que seguir. El porcentaje tan grande de mujeres migradas en este sector revela la urgencia de la lucha, ya que su aislamiento, su precariedad y muchas veces el régimen de interinidad dejan a estas mujeres a la merced no solo de la explotación laboral, sino también del acoso sexual.
Y no queda ahí, la Ley de Extranjería favoreció la creación de CIEs (Centros de Internamiento de Extranjeros), auténticas cárceles racistas, en las que se lleva a otro nivel la previa limitación de derechos humanos, arrebatándoles hasta la conciencia de ser seres humanos e iguales en derechos y ante la ley. Privadas de libertad, son obligadas a realizar actividades determinadas por roles de género, sufren un incremento de la medicalización, de la explotación laboral y del riesgo de acoso sexual estando presas. Las migrantes están inseguras en los CIEs, privadas de libertad, sin recibir la protección que necesitan, tanto ellas, como sus hijos/as, en muchos casos, arrebatados/as. Estas mujeres trabajadoras deben asumir así la violencia institucional que, mediante una simple irregularidad administrativa, les aboca a estas cárceles selectivas.
El sistema penitenciario invisibiliza a las mujeres, nos hace más vulnerables ante las condenas y nos estigmatiza a nivel social de manera más cruel que a los hombres. La práctica del sindicalismo combativo y solidario de nuestras compañeras de CNT Xixón, las enfrenta a penas de tres años y medio de prisión y una indemnización de 150.428 euros por un conflicto marcado principalmente por el género. Porque hacer sindicalismo no es delito, ni tampoco el apoyo a las mujeres trabajadoras que sufren acoso laboral, volvemos a gritar alto y claro ABSOLUCIÓN PARA LAS COMPAÑERAS DEL CASO ‘LA SUIZA’.
Denunciamos que hay muchos sectores y puestos de trabajo en los que solo se contratan mujeres, y lo hacen como reclamo para vender más: se nos impone cómo ir maquilladas o vestidas para desarrollar ciertas profesiones. Las azafatas, camareras de piso, terapeutas de spa, … libramos una batalla para ser tratadas con igualdad: como trabajadoras y no como un objeto de venta. Las compañeras no debemos transigir con estas exigencias por parte de las empresas, ni permitir que este problema quede camuflado dentro de los engranajes de la patronal, destapando este acoso silencioso.
Conscientes de que la violencia contra la mujer trabajadora es transversal y heredada de un sistema caduco heteropatriarcal, no podemos olvidarnos de la situación de represión y abusos que sufrimos las compañeras trans. La violencia del patriarcado ya es visible en la infancia, dónde la división binaria deja atrás a todas aquellas personas que no se sienten identificadas con su género. Si para todas las trabajadoras se aplica una represión paternalista social y estatal, para las mujeres trans se concreta en pura vejación.
Aquellas personas que deciden transicionar pasan por un calvario que comienza con la catalogación como “disforia de género”. Una vez transicionadas, si es que decidimos hacerlo; recibimos una estigmatización conducente a la precariedad laboral trufada de excusas como la de no saber cómo lidiar administrativamente con nuestra situación de identidad legal.
Para las compañeras que ejercen prostitución, el riesgo de sufrir trato cruel y denigrante, no solo parte de “clientes”, sino de las propias “fuerzas de seguridad”, traduce la consideración de mero cuerpo contra el que atentar impunemente, pues ni siquiera hay datos oficiales actualizados.
Mientras los medios cultos babean con las acciones “filantrópicas” de la familia Ortega, Inditex -que registra beneficios récord este año de 8.000 millones, un 41% más que el anterior- no encuentra calderilla para pagar decentemente a sus “niñas», como denomina la propia empresa a las trabajadoras de tienda. Con lo que ingresan los principales accionistas en un día, tendrían para pagar la subida de sus 165.000 trabajadores y trabajadoras globales. En sus huelgas y protestas piden una subida de 500 euros al mes, que sólo significarían 250 millones anuales a la empresa, aunque se aplicara a las 46.000 empleadas en España. En lugar de eso, el empresario “modelo” no reparte dividendos con las trabajadoras que están generando esa riqueza. A las compañeras dependientas, a las que el salario les da para malvivir 15 días, se les niegan también las ayudas que recibe el resto de la plantilla. La brutal brecha salarial en Inditex, emblemática de los sectores feminizados, además incumple la equiparación salarial en la misma categoría fuera de A Coruña, donde ganaron el conflicto.
Teniendo el gobierno más progresista de la historia:
Una de cada dos mujeres trabajadoras en nuestro país cobramos solo el salario mínimo.
Se nos quita el derecho a una pensión pública mediante una combinación de Ley Escrivá con pseudonegociación colectiva.
Se nos quita dinero de nuestra subida por convenio para planes privados de pensiones.
No se nos garantiza el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en nuestro centro público de referencia.
Mientras crecen los beneficios de las empresas y sus dividendos, los salarios de las trabajadoras retroceden.
Cada vez tenemos que dedicar más parte de nuestro sueldo a farmacia, sanidad, vivienda, educación, alimentos y energía.
Cuando se vulnera nuestro derecho a la libertad sindical y a la defensa frente al acoso, el poder ejecutivo mira para otro lado y el judicial nos castiga
Ante sus violencias, Unión y Acción.
Organízate en CNT, feminismo de clase y combativo.